El horario de verano (Daylight Saving Time) en Estados Unidos termina oficialmente el primer domingo de noviembre.

La idea de adelantar los relojes no es reciente: el país adoptó esta medida por primera vez en 1918, durante la Primera Guerra Mundial, con el fin de ahorrar combustible y energía. La lógica era sencilla: aprovechar al máximo las horas de luz natural para reducir el uso de lámparas y calefacción.
Cada año, el horario de verano en Estados Unidos implica un cambio significativo en la rutina diaria de millones de personas. En 2025, los relojes se adelantaron el 9 de marzo, dando inicio a un nuevo ciclo de luz solar extendida. Este ajuste no solo afecta la hora, sino que también influye en el ahorro de energía y en el estilo de vida de los ciudadanos.
El cambio no se limita a la hora, sino también a la cantidad de luz natural disponible. Con este ajuste, el amanecer y el atardecer ocurren aproximadamente una hora más tarde que el día anterior. Esta práctica ha sido objeto de debate, y algunos estados, como Arizona y Hawái, así como territorios como Puerto Rico, Samoa Americana, Islas Marianas del Norte e Islas Vírgenes de EE. UU., han decidido no adoptarla.

En 2025, el horario volverá a cambiar el domingo 2 de noviembre, cuando finalice el horario de verano y se regrese al horario estándar. Ese día, los relojes deberán atrasarse una hora.
La mayoría de las personas no necesita hacer el cambio de forma manual, ya que los dispositivos electrónicos —como los teléfonos inteligentes— lo realizan automáticamente a las 2:00 a. m.
Tras este ajuste, el horario de Estados Unidos se igualará con el de países como Colombia, entre otros.